El filamento PLA, es el tipo de material más usado en la impresión 3d por toda clase de consumidores, ya sean principiantes o profesionales.
Este termoplástico, también se conoce como “ácido láctico” o “poliácido láctico” con nombre químico (ácido 2-hidroxipropanoico). Su origen se encuentra en materias primas como el almidón de maíz, las raíces de tapioca o la caña de azúcar. De estas féculas y alimentos se obtiene un plástico ecológico y renovable que, en ciertas condiciones de temperatura y humedad, puede ser biodegradable.
Sus orígenes se remontan al año 1780 cuando fue descubierto por el químico Scheelle. Unos años más tarde, el científico Wallace Carothers creó una sustancia con un peso molecular mínimo (PLA). Finalmente, a partir de los años 90 se empezaron a implementar las primeras empresas de fabricación de filamentos 3d, en las cuales fabrican todo tipo de filamento 3d, además del PLA.
Aunque no se trate de un producto contaminante, es importante utilizarlo de forma responsable, ya que un uso masivo podría llegar a afectar a las cadenas de suministro de la alimentación. Este equilibrio se controla mediante cupos de compra, por lo que se puede utilizar PLA en impresión 3D de forma segura.
Las piezas impresas con PLA son resistentes, flexibles y tienen una baja inflamabilidad. Tienen unas propiedades muy similares a las de los plásticos PET, pueden soportar los rayos ultravioleta y son inodoras y fáciles de manipular. Además, utilizar filamentos PLA en impresión 3D puede ser interesante para las empresas que buscan cambiar sus procesos de fabricación para dotarlos de una mayor sostenibilidad. Esto se debe a que es biodegradable siempre y cuando se manipule mediante compostaje industrial. Es decir, abandonado a la intemperie puede tardar 80 años en desintegrarse, pero puede gestionarse fácilmente en una planta de residuos.
